lunes, 8 de febrero de 2010

EL APOCALIPSIS Y EL AMOR



Llegará el día en que los
pájaros vuelen a las altas
montañas para ser congelados
y se apaguen los trinos
y las hojas de los árboles
se muden hacia ignotos planetas.

Los ríos torcerán su curso
para secar los mares
y los bajeles encallarán
en los abismos de cieno.

Todo comenzará en silencio:
los grandes hombres
enmudecerán de asombro
y los pequeñitos
bajarán los ojos
detendrán los pasos
pararán sus manos.

Llegará el día en que el
viento inmovilizará las alas
para que los desiertos mueran
de quietud y de tedio,
y se incautarán los ecos
y se suspenderá el curso
ritual de las nubes heladas.

Entonces los cielos trocarán
el azul
por una inmensa mancha blanca
como un océano glacial o
un gran derrame de cal
o una mina infinita
de sal.

Llegará el día en que la
tierra se arrugue
como la corteza de las
naranjas viejas o
como las momias
de los grandes
ediles;
o como retrógrados cerebros
seniles;
y surgirán de los grandes abismos
iridiscentes tempestades de polvo;
vórtices
de ciclones
y una lluvia vendrá
de cortinas de fuego
como dioses ígneos
o dragones planetarios
encendidos por la ira
de la Divinidad.

Llegará el día en que
tiemble la tierra
como cuando un niño
se estremece de frío
y las montañas trepiden
y rueden como bolas de caucho
para ocupar los valles.

Coruscantes cimas
de granito y de mármol,
moles inmensas
de granzón y de piedra
iglesias y palacios,
rascacielos que besan al sol
y casas de bahareque
que besan el suelo.
Pueblos de techado bajo
y aldeas cubiertas de barro y
de zinc.

Las que se visten con
mantos de lodo
y se ahogan en el olvido
en moho -limo- en el dolor
en la muerte...

Por el aire pasarán nubes
de ceniza cósmica.
Cruzará a ras el polvo radiactivo.
Pedazos de vientos
en elípticos torbellinos
envolverán los últimos crujidos.

Porque el mundo quedará plano
como una mesa redonda.
Porque tendrá la superficie blanca
como nívea espuma
y porque de las selvas
las encinas volarán
hacia lejanos cosmos;
y porque no quedará de
una hormiga perdida
ni un aliento de vida;
y porque no quedará ni un puñado
de tierra
y porque no renacerá una hoja...

Y como no habrá nada:
ni hombres ni casas ni objetos;
ni habrá ciudades ni pueblos,
ni habrá señores ni esclavos,
ni selvas ni mares ni tierra...

Y porque no habrá
nada ni nadie
sobre su faz
melancólica y divina
brillará al fin
el espejismo de
la concordia humana: Paz, Justicia
Igualdad y Amor.


Margot Carrasquilla Múnera
Ilustración: Patricia Carrasquilla: www.carrasquilla.net
08/02/2010